CÉLULA UNIVERSAL


Los seres humanos somos células universales con vivencias tanto humanas como espirituales. Recorremos tiempos y espacios para ejecutar nuestras experiencias en este planeta, como otras más adelantadas que ya tienen reservadas otras planicies universales.

La muerte del ser humano es vida para su espíritu, para la célula universal que comparte su cuerpo. No debe distraerse en absoluto de su condición universal, de su camino de vuelta tras su experiencia terrenal.

La muerte es vida, es el encuentro con sus almas gemelas que han compartido y comparten su existencia celestial. La muerte es el renacimiento de la célula, la que retorna a su verdadera ubicación, a su estancia en el estadio espiritual correspondiente.

La muerte acerca a los velos etéreos a la sustancia convertida en inteligencia y amor. En su vuelta, de forma luminosa y transparente, comparte su energía con el resto que cohabitan con ella en esa planicie de luz.

Cuando acontece la muerte física, el hilo espiritual sale del cuerpo, lo abandona y recorre un espacio luminoso (llamado muchas veces túnel de luz), finalizando en su esfera, en su rincón establecido.

El lugar, alto, pero bajo a la vez; con formas abstractas, pero concretas asimismo; con una paz desconocida para el estado del hombre en la tierra; y otras características, que fortalecen los lazos de la vida no corporal.

Precisamente, la muerte es un paso hacia la realidad del Universo Espiritual, hacia el Origen del Tiempo y del Espacio, hacia su sitio de salida y permanencia; en definitiva, es el habitáculo verdadero del creado, de la simiente, del fruto auténtico de la Creación.

La muerte acerca más a las energías vivientes, aunque aquí, en nuestra parcela terrenal, se tenga como negativo, perecedero, triste, malévolo. No es así, es el triunfo de la espiritualidad y el premio a sus incansables idas y venidas.

No hay que temer a la muerte, sí al sufrimiento. La muerte es liberación, propósito de continuidad, aprendizaje permanente de la energía Superior del Universo. Y el estadio donde se va, es el rincón beneplácito del Amor.

Las corrientes universales, partícipes también en la Tierra, son extraordinariamente sabias y matemáticamente correctas. Sus fórmulas son exactas con la derivación al desarrollo posterior, bien terrenal como espiritual.

Los campos universales, lo más cercanos a los planos más lejanos del Universo espiritual, están destinados a células muy desarrolladas, donde la célula hombre o alma humana aún no está cualificada para su asentamiento. Nuestra parcela está muy cercana a la membrana física, a las vibraciones terrenales, aunque existe una gran diferencia y distancia con estas vibraciones.

Cuando el rostro humano fallece la energía se dispersa, quedando exclusivamente la materia, lo destructible. Muchas personas han visto su muerte, han percibido su lugar de vida espiritual, han trascendido de la planicie física al lugar donde más adelante será su referencia de vida, aunque hayan retornado de nuevo a la tierra, quizás por no ser el momento adecuado.

Cuando esos seres humanos mueren científicamente, pero no se ha desligado el cordón que le sujeta a la tierra, ven con exactitud la otra parte de la vida, la perciben y sienten una serenidad y templanza muy lejos de la conocida en nuestro fragmento humano.

Hay muchas divisiones en el plano espiritual y según la vibración de la célula o alma humana se reubica. Según la evolución personal, le corresponde su premio y su afianzamiento. Hay tantas divisiones como universos hay, es decir, es infinito, aunque las más cercanas a nuestro plano físico son las que más se conocen por los eruditos del Mundo Tridimensional.

El Creador no hizo nada al azar, sino que moldeó perfectamente todos los segmentos universales, los que nos corresponden más por vibración como aquellos que aún son desconocidos para la Inteligencia Espiritual, lo mismo que en el plano físico. La ciencia no ha descubierto ni el 0,01 de lo que representa la Creación física, porque no está preparada la mente humana para tal magnitud.

Dios es Omnipresente en tolo lo creado y Su mente participa de lo conocido y desconocido para el hombre, tanto a nivel terrenal como espiritual. Por ello, el ser humano debe confiar en la benevolencia de la Creación, aunque su proceso terrenal a veces parezca ser cruel y despiadado. No es así. Son las circunstancias de una permanente evolución y el ser humano es protagonista, con su constante transformación.

Y en cada remodelación, hay nuevos horizontes y nuevo aprendizaje, lo que arrastra a un sacrificio y una voluntad continua; eso sí, con un Amor incalculable. Es la Ley de la Vida y no cabe más posibilidad que aceptarla.



ÁNGEL SANZ GOENA
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1 Response so far.

  1. La vida, la muerte, son parte de lo mismo. Para nacer hay que morir. La luz surge precisamente cuado la oscuridad alcanza su punto más álgido. Somos partes de ese todo universal. Por eso la importancia de aprender, de crecer, de desarrollar la esencia, el espíritu para que el tránsito sea aceptado con regocijo.
    Un texto muy profundo que invita a la introspección y a la búsqueda de lo Superior.
    Me gusta mucho.
    Un abrazo Angel y feliz semana!!!

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