EVOLUCIÓN DE LA RAZA HUMANA


Un escrito que me han enviado, ha motivado a que mi alma reflexione nuevamente sobre el valor de los hijos, la representatividad universal de los mismos y el compromiso de los padres.

Doy las gracias a quien me ha aportado una pequeña indicación sobre la constitucionalidad de los hijos y el mensaje universal a través de sus nacimientos.


Los hijos son una nueva Llama de Luz a este mundo. Es la descripción de la Raza Humana, su continuidad bajo la Confianza, Códigos y Ley impuestos por el Ser Único, para su permanencia terrenal.

La Raza Humana siempre está en la cuerda floja, en el filo de la navaja, vigilada por los Progenitores Espirituales, debiendo ser conscientes de que somos un experimento de la Creación y depende exclusivamente de nosotros la pervivencia de la misma.

Estamos en unos momentos de tránsito y nuestra Raza debe experimentar nuevos cambios y transmutaciones que orienten verdaderamente al Hombre Universal y deje atrás al Hombre Terrenal, aunque nuestra parcela humana nunca dejará de existir. Momentos cruciales, alquimias perennes para nuestra existencia como seres humanos, ya que como seres espirituales nuestra existencia es eterna.

Por ello, los hijos, nuevos seres humanos que participan en nuestra inevitable carrera, son la canalización de nuestros instintos y los deseos del Creador. Debe haber más simbiosis entre Sus deseos y nuestros instintos de reproducción, de creer en el Avance del Hombre en la Tierra, al margen de la propia satisfacción sexual de nuestras emociones, muy vigentes, necesarias y sublimes en nuestras cualidades y parcelas humanas.

Hay consciencia tras la muerte, energía imparable, pero debemos ser conscientes de nuestra vida terrenal, para comprender lo que verdaderamente representa, y en estos momentos muy determinados de la Historia Humana estamos suspendiendo, estamos desatinando en nuestro tiro a la diana de la Evolución Humana.

En definitiva, los hijos, seres renovados que pisan de nuevo la Tierra, son fruto de una permanente metamorfosis de este Planeta y según el Modelo de la Creación deben acompañar a los verdaderos designios humanos y espirituales.

Y los hijos, seres humanos que damos forma humana los padres, sin ser nuestra posesión, ya que de por sí cada ser humano es libre, excepto de la propia concepción humana, están a nuestra custodia, siendo un compromiso tremendamente profundo y reconfortante, aun con las carencias y penurias propias de la educación humana.

Pero sí es importante y conveniente dignificar las imperfecciones humanas para saber y nunca olvidar que esa es nuestra magnificencia y, a la vez, nuestra atadura educacional.

Los padres deben ser conscientes que no es únicamente un regalo divino sino que es una auténtica tarea para el desarrollo permanente de nuestra Raza Humana. Debemos contradecir a quienes piensan que no los han elegido, que su responsabilidad termina cuando entra su necesidad o egoísmo, que su amparo es la esclavitud a su libertad y tantas otras manifestaciones que se declaran constitucionalmente ajenos a una permanente, delicada y eficaz educación.

Es difícil educar, pero es sangriento no intentarlo. Es molesto enseñar, pero es lamentable no perder el tiempo necesario. Y es absurdo no amar, es decir, no implicarse en su continuo desarrollo tanto físico como cultural e intelectual, sin olvidar el modelo formativo de la espiritualidad o llamémoslo educación del alma.

No es cuestión de una intelectualidad del alma sino de una auténtica espiritualidad como representante del Universo. Por ello, el Ser Universal tiene que representarse, como propia identidad, aquí en la Tierra.

Los hijos son células universales, como los padres, como aquellos que no contraen promesas de unión de pareja; como aquellos que han temido o les ha superado someterse a un reto generacional; como aquellos que ven una gran dificultad en su crecimiento; o como aquellos que no desean un trato con la vida por su propio egoísmo o alejamiento de cualquier pacto con el destino. Todos lo somos y todos pertenecemos a este Conjunto de Vida Universal, y cada uno de nosotros, al menos, debe amar la realidad y la propia y específica evolución del Hombre.



ÁNGEL SANZ GOENA
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1 Response so far.

  1. Definitivamente los hijos son una enorme responsabilidad, en cuya formación nos debemos comprometer y esmerar al 100% precisamente porque queremos la evolución de nuestra raza hacia niveles más elevados de consciencia, de espiritualidad, de formación. Creo que es la labor más digna en la que nos involucramos.
    Te dejo un saludo Angel

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