RECORRIDO DEL TIEMPO   

La mente es un cauce del Universo. Nada es por nada ni nadie controla nada. La manifestación surge y la adivinanza posee al ser humano. El mensaje es concreto y alimenta a la necesidad de sensaciones sublimes. Ese canal abierto que tienen muchos seres humanos cuando comprueban dónde está el refrán sabio o poético, porque así endulza el corazón. Surgen las caricias del alma, esa investigación sutil del hundimiento de la razón por la clarividencia del lenguaje universal.

Y en el recorrido del tiempo, en esos paseos fríos de invierno, cuando nuestras pisadas avisaban a las hojas muertas de nuestra presencia; cuando nuestros cuerpos se acercaban, protegiéndose mutuamente; cuando nuestras miradas se cruzaban a la vez que miraban a los árboles desnudos; cuando las sombras mudas de la noche nos relataban sus sueños; cuando la calidez de nuestros corazones balbuceaban entre aromas sutiles.
Y en el recorrido del tiempo, en estos días maravillosos de nuestra vejez, cuando nuestras miradas cómplices respetan nuestros vacíos; cuando nuestras voces soliviantan alguna vez a nuestros sentidos; cuando en nuestros paseos contemplamos la distancia de nuestro encuentro; cuando observamos las estrellas bajo el manto de la experiencia; cuando la esencia de nuestro sendero se ha fortalecido con las vivencias enriquecedoras de nuestros destinos; cuando contemplamos la fluidez de la vida sin grandes aspiraciones; cuando observamos como los minutos, las horas, los días, son el reflejo de nuestras sensaciones únicas de vida; y como nuestro camino viciado por nuestro amor ríe ante las desavenencias y dificultades de nuestras existencias mutuas como la nuestra en común.
Sigue el recorrido de la vida, sus multiplicaciones como sus restas; sus amuletos como sus desatinos; pero siempre con  la compañía de esos Seres maravillosos que nos han amado, protegido y conducido. Esa luz permanente que ha conquistado nuestros corazones y nos ha dado la fe y la esperanza en ser lo que siempre hemos sido, sin cálculos ni pretensiones, sino ser siempre nosotros mismos con nuestras secuencias de vida.
                                                
El amor es el reconocimiento a la comprensión de la energía del Universo, a su destacada orientación, a su renacimiento permanente y a sus indicaciones sabias y rigurosas. Hemos sobrevivido viviendo y hemos vivido sobreviviendo a los cantos alados del amor.                                                                                                       
                                               ÁNGEL SANZ GOENA
                                               
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